sábado, 7 de noviembre de 2009

El día en que España acabó con los británicos


No tiene perdón. Que esto aparezca en la BBC, me parece la cosa mas insólita. Tres siglos después de la derrota más grande y menos conocida del imperio británico, un grupo de ingenieros españoles aterrizan en Cartagena de Indias, Colombia, para cumplir con la última voluntad del hombre que logró tal hazaña: el comandante Blas de Lezo, conocido como Medio hombre porque era manco, tuerto y tenía una pierna de palo.

¿Para cuando una calle en Madrid? Por lo menos. Si por mi fuera pondría su nombre a una plaza, como los ingleses con su trafalgar scuare. Ya nos vale.


Esta tarde, en una de las murallas de la ciudad, pondrán una placa que reza: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”. “Con sólo 3.000 hombres y su ingenio, Lezo derrotó una armada de unos 25.000 hombres, más 4.000 hombres traídos de Virginia por el medio hermano de George Washington.

Sin embargo, la historia se olvidó de él. En su testamento pedía que un grupo de españoles pusiera una placa para no olvidar aquella victoria. A eso hemos venido”, comenta a BBC Mundo Javier Rodríguez Zunzarren, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Valencia y artífice de esta “misión histórica”.

El ataque inglés (14 de marzo de 1741) tenía como fin partir las colonias españolas y, de haberlo conseguido, seguramente hoy buena parte de Suramérica hablaría inglés y no español.

"El almirante Edward Verton reunió la flota más grande de la historia (186 navíos, 60 navíos más que la Armada Invencible de Felipe II), sólo superada por el desembarco en Normandía en la Segunda Guerra Mundial.

Los ingleses acuñaron monedas celebrando la victoria antes de la batalla", explica a BBC Mundo el historiador y periodista Fernando Díaz Villanueva.

Allí les esperaba Blas de Lezo, un marino cosido de cicatrices, una leyenda de los mares que atemorizaba a los ingleses.

Oriundo de un pequeño pueblo vasco, Pasajes, Medio hombre había dejado su propia carne en sendas batallas contra Inglaterra desde que tenía 12 años, en la Guerra de Sucesión, cuando él mismo se amputó la pierna después de que un cañonazo se la destrozara. Luego vendrían varias cuchilladas, el muñón de su mano derecha y una esquirla que le reventó un ojo.

"Era Medio hombre pero era muy buen estratega. A las balas de cañón les ataba una cadena para luego abordar los barcos", comenta a BBC Mundo, Federico Vidal, otro de los ingenieros que ha cruzado el charco para conocer el escenario de la batalla.

Entre el calor húmedo y los enjambres de vendedores ambulantes que les persiguen, el grupo español recorre una ciudad muy diferente a la de Blas de Lezo.

Fue tan humillante la derrota inglesa que el rey Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido

Fernando Díaz Villanueva, historiador y periodista.

La Cartagena del siglo XVIII era un puerto cosmopolita, abigarrado de palacetes e iglesias y con una serie de defensas estratégicas que la convertían en la plaza mejor fortificada de América. Entre ellas el pétreo e inexpugnable Castillo de San Felipe delante del cual hoy se alza la solitaria estatua de Lezo.

"Blas de Lezo ordenó que cavaran una zanja alrededor del castillo. Así las escaleras de los ingleses se quedarían cortas y la artillería podría aprovechar para atacarles", agrega Vidal.

A esas alturas de la batalla, Cartagena era una gran humareda por los cañonazos de Vernon. Sitiada y sin alimentos se esperaba lo peor. Sin embargo, el plan de Lezo empezaba a dar resultados. Un ejército de harapientos y famélicos estaba doblegando a la armada inglesa.

La peste, que crecía entre las montañas de cadáveres y el pegajoso sol del Caribe, se encargaría del resto.

Prohibido hablar de la derrota

A pesar del desproporcionado combate, la batalla y Blas de Lezo han sido diluidos por la historia.

"Fue tan humillante la derrota inglesa que el rey Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. A ello hay que sumarle que en los siglos posteriores tampoco se le dio trascendencia en España porque suponía reivindicar el nacionalismo español", comenta Díaz.

Quizás eso explique que casi tres siglos después un grupo de españoles quiera cumplir la voluntad de Lezo.

"Es increíble que esta historia no se conozca más. Lo primero que ves en Trafalgar Square en Londres son los leones que se hicieron con el hierro fundido de la Armada Invencible española. En el caso de Lezo no hay nada de tal envergadura que conmemore la victoria", señala a BBC Mundo el también ingeniero y presidente de la Fundación Invate, Javier Turégano Gómez.

Mientras los ingenieros recorren los puntos cardinales de Cartagena de Indias, también se asoman a la realidad de la ciudad.

"Es mi primera vez en Latinoamérica y me han sorprendido las desigualdades. De un lado una ciudad antigua preciosa y por el otro la pobreza. La gente, sin embargo, es muy alegre y el país tiene muchas posibilidades pero hay mucho por hacer", murmura Vidal. El viaje le ha llevado a su propia idea del Nuevo Mundo, al Caribe sembrado de historias de tesoros, piratas y de hombres contundentes como Lezo.

Al poco tiempo de la batalla, Blas de Lezo murió asfixiado por la peste. Pocas personas asistieron a su entierro porque el Virrey de la ciudad lo prohibió. Nunca estuvo de acuerdo con sus estrategias y sus métodos.

Su victoria y su existencia parecían conjuradas por un maleficio pero su leyenda se ha ido abriendo paso como una hiedra entre los siglos. Algunos guías turísticos cartageneros suelen subrayar que cuando el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: "God damn you, Lezo! (¡Que Dios te maldiga Lezo!)".

Fuente:

http://www.bbc.co.uk/mundo/cultura_sociedad/2009/11/091105_spain_armada_inglesa_ig.shtml

viernes, 23 de octubre de 2009

CASTILLA NO SE DOBLEGA


LA BATALLA DE VILLALAR


Ya apunta en el horizonte,

ya aparece Villalar.

Los soldados comuneros

salieron del lodazal.

Van corriendo por las eras

hasta las casas llegar

e instalando allí las piezas

comienzan a disparar.

Los cañones imperiales

no tardan en contestar.

Juan de Padilla entretanto

hasta el puente llegó ya

y viendo que sus infantes

se empiezan a desbandar,

que unos corren hacia el pueblo,

y a otros traga el lodazal,

y pocos son los que plantan

las picas para aguantar;

raudo galopa queriendo

a todos poder gritar.

Por lo vano de su intento

a sus más fieles dirá:

“vosotros seguidme ahora.

Las mujeres no dirán

que me traje aquí sus hombres

para hacérselos matar

y que yo, Juan de Padilla,

me puse a salvo sin más.”

Ya llegan los imperiales,

encima les tienen ya.

Ya apresan los Maldonado,

ya comienzan a avanzar.

Padilla, picando espuelas,

lanza al aire “ Libertad “,

cargando contra los nobles

sin dejarse amedrantar.

Poco a poco caen sus hombres

Heridos o muertos ya.

A Juan Bravo, espada en puño

le acaban de apresar.

Padilla sigue gritando

“Padilla va, libertad”.


Anochece ya en los campos,

solo se oye el gritar de comuneros

heridos que acaban de rematar.


Apunta ya el nuevo día,

tras sacarles de sus celdas,

los imperiales dos mulas

de negro luto enjaezan.

Juan de Padilla y Juan Bravo

han de cabalgar en ellas.

Los caballeros van dignos,

Bien erguidas las cabezas.

Un pregonero abre paso,

gritando a la concurrencia:

“justicia en nombre del rey

y el consejo de regencia.

Por su traición y su infamia

los caballeros perezcan”.

Juan Bravo no se retiene:

“cumplid pronto la sentencia,

pero llamarnos traidores

nadie puede en esta tierra,

mientes tú, vil pregonero,

y aquel a quien obedezcas”.

Cornejo, el alcalde, acude

y a Juan Bravo le amonesta,

mas Bravo no ha de callarse

mientras que la vida sienta:

“Nuestra culpa fue de ocuparnos

de los pueblos de esta tierra,

que solo van al cadalso

los que en la lucha perdieran”.

“la voluntad no me asiste

para daros mi cabeza,

si os la queréis procurar,

la tomareis por la fuerza,

más degolladme primero

porque la muerte no vea

del más noble caballero

que en toda Castilla queda”.

Ya se vienen a Juan Bravo

ya le arrodillan en tierra,

ya el hacha se ha levantado,

ya le corta la cabeza.

Queda un instante Padilla

Mirándole con fijeza,

Mira luego hacia las nubes

y de hinojos cae por tierra,

su cuello tiende hacia el tajo,

el hacha ya le cercena.

En dos picotas agudas

levantan las dos cabezas,

para servir de escarmiento

han de dejarlas expuestas,

al caer del mismo día,

se le añadirá una tercera.


Mil quinientos veintiuno, y en abril para más señas, en Villalar ajustician quienes justicia pidieran. Malditos sean aquellos que firmaron la sentencia, maldiga el cielo a Cornejo, alcalde de mala ciencia, y a Salmerón, y a García, y al escribano Madera, y la maldición alcance a toda su descendencia, que herederos suyos son los que ajusticiar quisieran, al que lucho por el pueblo y perdió tan justa guerra.


¡Viva Castilla!

viernes, 16 de octubre de 2009

Hispan Dólar



EL REAL ERA UNA MONEDA ARMADA EN PIEZAS O PARTES DE VALOR DE UNIDAD OCHO, CON SUS MÚLTIPLOS DE OCHO.


Las creencias del siglo XV incluian, entre otras cosas, la absoluta peligrosidad de pasar navegando más allá de las Columnas de Hércules. Así se llamaban por entonces a dos promontorios situados en el estrecho de Gibraltar: el Monte Calpe al norte (Gibraltar) y el Peñón de Ábila al sur (Ceuta). Éste era el pasaje obligado del mare nostrum (el Mediterráneo) a la parte mayor y desconocida del enorme Océano Atlántico. Y conforme la mitología de la Antigüedad, el coloso Hércules habría escrito en ambas columnas la lapidaria advertencia: Nec plus ultra “no más allá”, es decir: no traspasar). Los muy pocos que se atrevían a pasar –y podían volver– contaban espantosas aventuras repletas de mostruos marinos y de acechanzas demoníacas. Cuando el Almirante Cristóbal Colón se atrevió a cruzar las Columnas de Hércules y con ese paso llegó a las “Indias” (América), repitiendo su empresa dos veces más y creando los primeros asentamientos castellanos en nuestro continente, tal hazaña le dio a las coronas unidas de Castilla y Aragón, germen de la España unificada tras siete siglos de guerra independentista contra el Islam, el tremendo orgullo de haber vencido la maldición de las temibles Columnas para ir más allá (en latín: plus ultra ). Con el paso del tiempo, y aprovechando la plata y el oro de America, se acuñaron monedas que representaban el escudo Español con las columnas de Hercules y la inscripcion Plus Ultra, rodeandolas en derrotero sinuoso. El signo de las barras y la S, fue tomado por los norteamericanos del Peso Español para su moneda, llamada Dollar, en su origen Spanish Silver Pillar Dollar ( Dolar pilar de plata Español ) palabra aquella que también tiene origen Español.


La palabra Dólar proviene del Español tálero, así como éste procede de talerus, que es la expresión latinizada de la palabra alemana thaler. Los alemanes le dieron este nombre al Real Español. El thaler llego a América desde Inglaterra y se transformo en el dólar. La palabra Pillar proviene de los dos pilares de hércules acuñadas en las monedas y que pertenece al Escudo Español. Creada por los Reyes Católicos, el real de a ocho, se acuño en 3 metales,: oro, plata y cobre, y se acuñó tanto en España como en América. Los lugares donde se acuñaban se llamaban Cecas. El real era una moneda armada en piezas o partes de valor de unidad ocho, con sus múltiplos de ocho. El Spanish Silver Pillar Dollar funcionaba en base a la conversión de la moneda de plata de a ocho reales ( denominada Carolus), moneda que fue el primer dolar de plata. El Valor de 1/8 de Real era 12,5 centavos de dollar, denominado popularmente Bit. En algunas zonas de estados Unidos todavía se conoce a la moneda de 25 centavos de dolar como two bits. Se llegaron a emitir billetes de un bit. Los billetes que se imprimían llevaban obligatoriamente las monedas de a 8 impresas.


Conversiones Monetarias:

Del real de a ocho original, había varias piezas, para facilitar los cambios. Estaba la moneda del real, y luego habían monedas de dos reales, cuatro reales y ocho reales de a ocho. Había reales de oro y de plata, siendo la relación de valor entre ambos metales de:


1 de oro por 16 de plata. A la fecha de la creación del real de a ocho, ya existía el real, moneda así denominada porque era emitida por el rey, y no por un señor feudal, obispo o comerciante.

El real valía 34 maravedíes

Un real de a ocho de plata valía 8 x 34 = 272 maravedíes,

Un real de a ocho de oro (llamado comúnmente doblón), valía 16 veces más: 8 x 34 x 16 = 4.352 maravedíes.

La imagen de la derecha corresponde al: Banco de Alabama , Tuscaloosa, firmado a mano Septiembre 1° de 1838 12 y medio centavos = 1/8 de Spanish Silver Pillar Dollar La Moneda de Plata , de 1 real esta acuñada en México MO ensayador FF Impresión Rawdon, Wright y Hatch New York


Via:

http://www.trhon.com/moneda/moneda/EU.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Dolar_español

martes, 4 de agosto de 2009

Y Guerra...




UNA VEZ MAS. UN MARINO, UN SOLDADO, UN ESPAÑOL.
Un tipo que se va de vacaciones con el Italiano e Ilustrado Malaespina ( Que de mala no tiene nada, El Capitan Cook se inspiró en ellos) Un tipo duro, Santanderino y Español.

José de Bustamante y Guerra


José Joaquín de Bustamante y Guerra (Ontaneda, Cantabria, 1 de abril de 1759 - Madrid, 10 de marzo de 1825), marino y político español.

Descendía de los Bustamante de Toranzo y de los Guerra de Ibio; su padre fue Joaquín Antonio de Bustamante y Rueda, natural de Alceda, y su madre Clara Guerra de la Vega, natural de Santander. Solicitó una plaza de guardia marina de Cádiz en 1770, a los 11 años; ya era alférez de fragata en junio de 1771. Sirvió en varias campañas de mar en la escuadra al mando de don Pedro de Castejón. Emprendió su primer viaje a América pocos años más tarde cuando estuvo en Puerto Rico, Cuba y las Bahamas. En 1784, con una brillante hoja de servicios, alcanza el empleo de capitán de fragata. Primero se las ve con los piratas berberiscos; lo apresaron los ingleses en el navío Santa Inés tras una refriega en la que detuvieron su rumbo a Filipinas y estuvo cautivo un año en Irlanda, tras lo cual le dejaron volver. El 20 de octubre de 1782 tomó parte en el combate naval de Gibraltar, contra la escuadra de Lord Richard Howe, primer conde de Howe, a pesar de que estaba herido. Su barco fue muy dañado en una batalla librada cerca de Cádiz. Bustamante entonces preparó una proyectada conquista de Jamaica, lo que no llevó a cabo por la Paz de París en 1783. Ingresa como caballero de la Orden de Santiago el 21 de octubre de 1784. Por entonces proyecta con su camarada Alessandro Malaspina, uno de los personajes más singulares de su época, un viaje científico por el mundo colonial de influencia hispana. En 1789 emprenden la llamada expedición de Malaspina con una tripulación selecta compuesta por la mejor oficialidad del momento, a la que se añadieron botánicos, pintores, médicos y otros humanistas ilustrados, y navegaron entre 1789 y 1794 a bordo de las corbetas Descubierta y Atrevida, esta última dirigida por él mismo, construidas especialmente para el viaje. Es recompensado con el grado de capitán de navío (1791). Desde Cádiz franquearon el Atlántico para alcanzar Buenos Aires y Montevideo y, tras recorrer la Patagonia, salvan el Cabo de Hornos y, bordeando la costa oeste de los virreinatos de Perú y Nueva Granada, recorren Nueva España, California y Alaska. Dejan atrás América y ponen rumbo al Pacífico, navegando por la Polinesia, las Islas Marianas, las Filipinas, Macao, Mindanao, Nueva Guinea, las Nuevas Hébridas, Nueva Zelanda, Australia y el Archipiélago de los Amigos hasta el puerto de Callao. Cumplen con creces todas las expectativas científicas previstas. Se dibujaron modernas cartas de navegación y actuales mapas geográficos, se confeccionaron magníficas colecciones minerales y botánicas con especies hasta entonces desconocidas y se aportó una gran documentación visual con precisos informes referentes al estado social, político y militar de las colonias.

A su regreso a España en septiembre de 1794 entrega el diario del viaje, es recibido por el rey y fue ascendido a brigadier; pero Malaspina critica la mala situación y administración de las colonias y Godoy lo encarcela y requisa todo el archivo de la expedición, que permanece confinado y olvidado hasta que en 1885 otro militar, el teniente de navío Pedro Novo y Colson, lo recupera y publica, gracias a lo cual se conocieron muchos detalles de la expedición. Bustamante fue nombrado Gobernador de Montevideo en 1796 y se asentó en aquella ciudad el 11 de febrero de 1797. Además se le nombra Comandante General de los bajeles del Río de la Plata con la misión de poner en marcha su plan de defensa de la América meridional; es al regresar a España en el año 1804 al mando de una flotilla de cuatro fragatas, Nuestra Señora de las Mercedes, La Clara, La Medea y La Fama, cuando fue interceptado al llegar frente a las costas del Algarve (Portugal), el 5 de octubre de 1804, por una escuadra inglesa al mando del comodoro Graham Moore e, inexplicablemente, pues España estaba en paz con Gran Bretaña, se entabló un combate naval conocido como la batalla del Cabo de Santa María. Dos fragatas, entre ellas La Mercedes fueron voladas con un cargamento de cuatro millones de pesos de caudales de comerciantes de Lima y Buenos Aires. Perecieron 249 tripulantes y comerciantes con sus familias. Vista la inferioridad de su flotilla y herido, el Brigadier Bustamante rindió las fragatas que resistían, que fueron apresadas y transportadas al puerto de Gosport en Inglaterra. Una vez liberado, se sometió a un consejo de guerra en España, que le absolvió. Tuvo tiempo para luchar en la Batalla de Trafalgar. En 1807 fue nombrado vocal de la Junta de fortificaciones y defensa de las Indias. En 1808 abandonó Madrid por no querer prestar juramento al rey intruso José Bonaparte y huyó disfrazado de fraile a Sevilla, donde se puso al orden de la Junta Suprema Central que le ascendió a Teniente General. El Consejo de Regencia le nombró Presidente de la Audiencia de Charcas, luego de Cuzco, cargos que declinó por causas desconocidas. Por entonces abraza el absolutismo de Fernando VII. En 1810 es destinado a la Capitanía de Guatemala, en una época de gran actividad independentista; desarrolla una política reformista de corte ilustrado, pero ante la revolución de Hidalgo y Morelos en México preparó tropas en Guatemala y creó el "cuerpo de voluntarios de Fernando VII" y desde su puesto se enfrentó a los constitucionalistas locales, reprimiendo duramente a los insurgentes; se opuso a la constitución liberal de 1812, denunció a su sucesor nombrado Juan Antonio de Tornos, Intendente de Honduras, por supuestas tendencias liberales y así logró su confirmación en su puesto por Fernando VII en 1814. Fue destituido en agosto de 1817 y volvió a España en 1819. Ese mismo año entró nuevamente a formar parte de la Junta de Indias. En 1820 fue recompensado con la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica y se le nombra director general de la Armada hasta 1822. En 1823 fue integrante de la Junta de expediciones a América, y un año después, volvió otra vez a la Dirección General de la Armada y trabajó en el Ministerio de Marina de Madrid hasta su muerte en 1825. En su testamento dona una cantidad importante de dinero para sufragar las escuelas de niños de Ontaneda, fundadas por Francisco, su hermano.

miércoles, 15 de julio de 2009

"Enseña" no "Senyera"



El Pendón o la "Enseña" de Aragón. Y de nadie mas.

Ahora después de insistir repetidamente el Gobierno de Aragón, que exige y no pide, la devolución de su patrimonio expoliado durante décadas a la Generalidad de Cataluña. Todo su patrimonio cultural que durante décadas está en el museo "Nacional" de Cataluña. Ellos después de exigir los papeles de Salamanca, alegan que allí llevan mucho tiempo y que quien mejor que ellos para salvaguardar estos tesoros Aragoneses. Claro, según ellos (Hay que joderse) No es lo mismo. Por robar que no quede, han robado toda una identidad desde el principio, la "Enseña" de todo un verdadero reino, de toda una nación conquistadora y para nada cobarde. ARAGÓN.


La Bandera de Aragón se basa en el tradicional Señal Real de los Reyes de Aragón, que era antiguamente usado únicamente por el Rey, como expresivo de su soberanía. Existe documentación que prueba fehacientemente que el emblema fue utilizado al menos desde los tiempos de Alfonso II en sigilografía, siendo universalmente conocido en heráldica como «Aragón». Son elementos comunes de la Bandera y el Escudo los «palos de gules» o «barras de Aragón», elemento histórico común de las actuales cuatro comunidades autónomas que en su día estuvieron integradas en la Corona de Aragón, en cuya emblemática se encuentran todavía, y que en su representación se incorporaron al Escudo de España. De acuerdo con lo establecido en el Artículo 3 del Estatuto de Autonomía, la Bandera de Aragón es la tradicional de las cuatro barras rojas horizontales sobre fondo amarillo. La Ley 2, de 16 de abril de 1984, de la Comunidad Autónoma de Aragón regula el uso de la Bandera y el Escudo de la región. Desde hace años, se viene utilizando minoritariamente otra señal para reivindicar la independencia de Aragón, la Estrelada aragonesa (formada por las cuatro barras de Aragón y una estrella roja en el medio).


Historia de la bandera [editar]

Su origen está en las armas de linaje de los reyes de Aragón o Casa de Aragón, conocido en la Edad Media como "signum nostri" o "el señal real de Aragón". Este emblema de palos de gules y oro se usó en sellos, estandartes, escudos y pendones indistintamente, no siendo sino un emblema heráldico hasta que, con el nacimiento del Estado Moderno con los Reyes Católicos, comience a ser símbolo territorial. No se ha encontrado ninguna referencia documental hasta el 1150, en que aparece como escudo preheráldico en un sello de Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón y conde de Barcelona. Aunque la escasa nitidez del sello, y su monocromía, hacen dudosa la atribución, pues el escudo palado y blocado refleja los habituales refuerzos defensivos de los escudos de mediados del siglo XII, por lo que este no sería un signo de linaje, sino el mero escudo de tablas almendrado que simbolizaba el poder real. La aparición de la heráldica en la Península Ibérica no se dio hasta mediados del siglo XII, según los estudios de Faustino Menéndez Pidal y Navascués. El primer testimonio como escudo heráldico está en los sellos de la cancillería de Alfonso II datados a partir de 1173. Fluviá aduce como prueba de su vinculación a la casa condal barcelonesa su presencia en un sarcófago de 1082 de Ramón Berenguer II donde aparecen 15 palos de oro y gules;1 sin embargo, no puede ser una prueba de la antigüedad del emblema asociado al linaje condal, puesto que esta es una decoración impostada por iniciativa de Pedro IV de Aragón con motivo de su traslado en 1385 al interior de la Catedral de Gerona. Por lo tanto, la pintura aludida sería 300 años posterior, ya que en su emplazamiento original -a la intemperie durante tres siglos- el sarcófago no pudo conservar con esa nitidez la pintura del siglo XI, como demuestra Alberto Montaner Frutos2 y el informe arqueológico del hallazgo. El historiador Guillermo Fatás Cabeza y el catedrátido de heráldica de la Institución Fernando el Católico, dependiente del CSIC, Guillermo Redondo3 postulan la tesis de que el emblema de las barras de gules en campo de oro proviene de la temprana vinculación del Reino de Aragón con la Santa Sede. En todo caso, el linaje de los reyes de Aragón es el único linaje que podía ostentar los mentados palos de gules en campo dorado, puesto que Alfonso II lo hereda del derecho sucesorio que le concede un lugar como miembro de la Casa de Aragón, y lo heredan sus hijos como dignidad familiar y siempre vinculado al título principal de Rey de Aragón (en el derecho aragonés medieval conocido como "Matrimonio en Casa"), linaje al que accede por el matrimonio con la heredera de la casa, Petronila de Aragón, al haberse cortado la posibilidad sucesoria por vía masculina. El señal de la Casa de Aragón son unas armas cuyo origen probable, según los autores citados,4 esté inspirado por el viaje de Sancho Ramírez (1064-1094) a Roma en 1068 para consolidar el joven Reino de Aragón ofreciéndose en vasallaje al Papa, vasallaje documentado incluso en la cuantía del tributo de 600 marcos de oro al año. De ahí que se haya aducido que Alfonso II, conocedor de ese viaje, tomara como emblema del vínculo vasallático las conocidas barras rojas y oro, inspirado en los colores propios de la Santa Sede, que eran bien conocidos y están bien documentados en las cintas de lemnisco de los sellos de la Santa Sede, y son visibles hoy todavía en la umbrella Vaticana. Hay que decir que en la segunda mitad del siglo XII, el señal de la Casa de Aragón era un mero distintivo familiar, y no territorial, de manera que no era posible la identificación con él de sus súbditos, que lo reconocerían sólo como atributo de su rey o de la autoridad de él emanada. La confusión sobre su origen condal es debida a la utilización que la Renaixença hizo en el siglo XIX de la historiografía del siglo XVI y está apoyada en documentos de Pedro IV de Aragón, que, olvidado ya el contrato de Matrimonio en Casa del enlace entre Petronila y Ramón Berenguer, consideraba las armas eran de linaje condal y no de la Casa de Aragón, pues estaba lejano el documento de esponsales por el que se regulaba su adscripición al linaje de los Aragón.5 Del mismo modo que consideraba las armas más antiguas del linaje de la Casa de Aragón la Cruz de Íñigo Arista, o la Cruz de Alcoraz (o de San Jorge acantonada de cabezas de moro), que no se consolidan en el escudo de Aragón hasta el siglo XV. Véase a este respecto el estudio de Alberto Montaner Frutos.6 Además, Pedro IV usó con profusión otros símbolos, ya caballerescos en el sentido que cobrarían en el siglo XV, ceremoniales y ornamentales, como la cruz de San Jorge, e incluso fundó una orden de caballería valenciana caracterizada por estas armas. Asimismo, fue él quien usó una cimera con un dragón (probablemente emblema parlante: D'Aragón=dragón) y de ahí el entramado que hizo a San Jorge patrón de Aragón, por serlo de su rey, y con ello de todos los reinos (Valencia, Mallorca, Sicilia) y condados (Barcelona) que componían la Corona de Aragón. De ese dragón en cimera debió surgir, por deformación, el murciélago de Valencia.7 La designación de la documentación medieval para esta enseña es "El senyal real del Rei d'Aragón". Por otra parte, rey de Aragón es el título principal de esta Casa, que utilizaron todos los reyes de Aragón arriba mencionados, desde Ramiro II (que entregó su poder a Ramón Berenguer IV como «princeps» o dominador), Petronila (reina de Aragón entre 1157 y 1162) y Alfonso II hasta Martín I El Humano o Alfonso V El Magnánimo. Sólo si se consignaba el título completo aparecía el de "Conde de Barcelona", que es la única denominación posible en la Edad Media. La leyenda catalana atribuye su origen al conde Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós), en el siglo IX. Wifredo el Velloso era hijo de Seniofré de Urgel, y reunió bajo su gobierno los condados de Barcelona, Urgel, Cerdaña, Besalú y Gerona; reconquistó Montserrat, fundó el monasterio de San Juan de las Abadesas y vivificó el de Ripoll. Repobló todo el centro de Cataluña y con esto consolidó su unidad interior. Inició la casa de Barcelona, la dinastía catalana que se subordinaría, con la firma del "Matrimonio en Casa" con Petronila de Aragón desde 1150, a la Casa de Aragón. Esta explicación legendaria, presente en Castilla y otros lugares de Europa, refiere que en una de sus gestas decidió, con sus seguidores, una victoria de los francos sobre los normandos. El premio que habría recibido por ello sería un escudo con fondo de oro de manos del rey Carlos II el Calvo. Explica la leyenda que el mismo rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del conde, las cuatro barras rojas. Juan Sans y de Barutell refutaría la credibilidad de esta leyenda.8 Fluvià propone como apoyo documental una inicial miniada de la versión catalana de la Crónica de San Juan de la Peña donde aparece el conde Guifredo (no su hijo, Guifredo el Velloso) rindiendo vasallaje al emperador Carlomagno, pero los escudos que portan son apócrifos. El de Carlomagno, que nunca usó, es una recreación del siglo XIV, puesto que en época de Carlomagno no se usaban escudos de armas, y los atributos del emperador eran el pomo y el cetro. El de Guifredo sería también fruto del hecho de que la Crónica fue compuesta en el taller de Pedro IV en la segunda mitad del siglo XIV.9 Como vemos, la labor de rearme emblemático y heráldico de Pedro IV, que necesitaba hacer prevalecer su dignidad frente a la nobleza en la crisis de la sociedad estamental del siglo XIV, fue ingente.


Enlaces externos [editar]

Vía Wikipedia

domingo, 5 de julio de 2009

Benjamín de Tudela



Benjamín de Tudela

(Tiene tela, es el primer occidental en llegar a China, antes incluso de Marco Polo. Todo esto en el siglo XII)


(n. Tudela, (Navarra), 1130 - 1173). Viajero y escritor.

Poco se sabe de él ya que la única fuente de que disponemos es su “Libro de Viajes”. Aunque escritores no judíos le titulan frecuentemente como “rabí”, no existen pruebas concluyentes de que lo fuese. Hijo del rabí Jonás y hombre preparado, pues tenía formación en historia, además de ser conocedor del hebreo, arameo, griego, latín y árabe.

Podría fijarse el inicio de sus viajes entre 1159 y 1167 (reinando en Navarra Sancho VI “el Sabio”) y su regreso en 1172-1173 (año 4933 del calendario judío). Según esto, sus viajes tuvieron una duración mínima de cinco años y una máxima de catorce. Ésta última hipótesis parece la más probable, dado que su última etapa -desde que abandona Egipto hasta que llega a España- duró por lo menos un año.

Tampoco se conoce la finalidad de estos viajes, si bien parece que Benjamín de Tudela pudiera haber sido comerciante en piedras preciosas ya que consta que en más de una ocasión mostró vivo interés por el comercio del coral. En su viaje tomó contacto con las comunidades judías que se iba encontrando.

En total, visitó 190 ciudades de Europa y Oriente, convirtiéndose en una de las primeras fuentes de la demografía judía. Su interés se centró en los judíos y su situación, describiendo personalidades, centros de estudios, población, formas de vida, dificultades y éxitos. También habla de los grandes acontecimientos políticos e históricos de su época.

Su Libro de Viajes (Séfer Masaot), publicado en hebreo en Constantinopla en 1543, se basa en las notas e impresiones recogidas durante su largo periplo. Desde Tudela desciende por el valle del Ebro: Zaragoza, Tortosa, Tarragona, Barcelona y penetra en Provenza a través de Gerona. Se embarca en Marsella y viaja a Génova, Pisa, Lucca y Roma, ciudad en la que debió detenerse durante un tiempo, a juzgar por el minucioso relato que ofrece de sus monumentos.

Deja Roma y se encamina hacia el sur, donde llega a Salerno. Embarca nuevamente en Otranto, pasa por la isla griega Corfú, en el mar Jónico, y Arta. Atraviesa Grecia y se detiene en Constantinopla, de la que ofrece una viva descripción, de gran importancia para el conocimiento de las condiciones y situación socioeconómica de sus habitantes en aquel momento.

Cruza el mar Egeo (islas Mytilene, Chíos, Samos, Rodas) hasta Chipre. Ya en tierra firme, pasa por Antioquía, Sidón y Tiro, entrando en Palestina por Acre, en aquellos momentos en manos de los cruzados. Recorre el país y describe detalladamente los Santos Lugares, dejando un documento de especial interés para el conocimiento de Palestina de aquella época.

De camino hacia el Norte, pasa por Tiberíades, Damasco, Alepo y Mosul, con un itinerario difícil de precisar. Llega a Bagdad, ciudad que describe con mayor extensión que cualquier otra. Es probable que viajara a lo largo y ancho de Mesopotamia y Persia, aunque en estos relatos abundan los materiales legendarios. Es improbable que se aventurase a traspasar estos ámbitos geográficos, aunque se esforzó por reunir noticias sobre las comunidades judías de lugares a los que no viajó, como Arabia, Persia, Asia central, India o Ceilán, e incluso menciona la existencia de la judería de Kai Fong en China.

Ya de vuelta, hace una admirable descripción de Egipto y en especial, de la vida de los judíos en El Cairo y Alejandría, ciudad en la que embarca para llegar a Sicilia. Nos da una descripción cuidadosa y pintoresca de Palermo. De allí, probablemente, regresa a España por mar, aunque el itinerario finaliza con una idealizada visión de la vida judía de Alemania y del norte de Francia, basada tal vez en relatos que llegaron a sus oídos.


Ediciones [editar]

  • Libro de viajes. Gobierno de Navarra. Fondo de Publicaciones, 1994.
  • Libro de viajes de Benjamín de Tudela. Riopiedras Ediciones, 1982.
  • Libro de viajes. Ediciones y Libros, S.A., 2002

Enlaces externos [editar]


lunes, 29 de junio de 2009

Pasión de los valientes



Comenzé a imaginar cómo castigar tal desvergüenza hecha en una bandera. Compré cuatro arcabuzes que puse en el cuerpo de guarda, además de doce medias picas que tenía, y dejé pasar algunos días, con que se aseguraron y entraron en el cuerpo de guarda. Yo tenía mas de ciento veinte soldados, aunque los cien estaban alojados en el marquesado de Pliego y conmigo tenía veinte, gente vieja a quien socorría, y un día estaban muy descuidados en el cuerpo de guardía, hice encender cuerdas y que tomasen los arcabuces y que entrasen tras de mi. Para esto llamé la gente mas alentada y diles orden que tirasen y se defendiesen; y a la puerta quedó la mas gente con sus medias picas. Tomé mi venablo y entrando en la sala dije "El y él y él" - nombrando seis de ellos- "Que son muy grandes ladrones". Desármense pensaron era de burlas y como vieron las veras, comenzaron a querer meter mano a las espadas, diciendo "caben" Con que se fueron desarmando; y habiéndolo hecho los fui desnudando en camisa y, atraillados, con toda guarda, los llevé y entregué al corregidor, que era Don Fabián de Guzmán y Monrroy, que cuando vió los ladrones, daba saltos de contento diciendo "Éste me mató un perro de ayuda y éste me mató un criado" Lleváronlos a la cárcel y de allí a trece días ahorcó los dos, sin que bastase cuanta nobleza había en esa ciudad, que hay mucha. A mí me quedaron las capas y espadas y coletos, muy buenos jubones y medias ligas, sombreros y dos jubones agujetados, famosos, y algún dinerillo que tenían encima, con que socorrí y vestí algunos pobres soldados. Esta fue la paga de mis veintisiete reales.

Alonso de Contreras (Soldado Español)