viernes, 23 de octubre de 2009

CASTILLA NO SE DOBLEGA


LA BATALLA DE VILLALAR


Ya apunta en el horizonte,

ya aparece Villalar.

Los soldados comuneros

salieron del lodazal.

Van corriendo por las eras

hasta las casas llegar

e instalando allí las piezas

comienzan a disparar.

Los cañones imperiales

no tardan en contestar.

Juan de Padilla entretanto

hasta el puente llegó ya

y viendo que sus infantes

se empiezan a desbandar,

que unos corren hacia el pueblo,

y a otros traga el lodazal,

y pocos son los que plantan

las picas para aguantar;

raudo galopa queriendo

a todos poder gritar.

Por lo vano de su intento

a sus más fieles dirá:

“vosotros seguidme ahora.

Las mujeres no dirán

que me traje aquí sus hombres

para hacérselos matar

y que yo, Juan de Padilla,

me puse a salvo sin más.”

Ya llegan los imperiales,

encima les tienen ya.

Ya apresan los Maldonado,

ya comienzan a avanzar.

Padilla, picando espuelas,

lanza al aire “ Libertad “,

cargando contra los nobles

sin dejarse amedrantar.

Poco a poco caen sus hombres

Heridos o muertos ya.

A Juan Bravo, espada en puño

le acaban de apresar.

Padilla sigue gritando

“Padilla va, libertad”.


Anochece ya en los campos,

solo se oye el gritar de comuneros

heridos que acaban de rematar.


Apunta ya el nuevo día,

tras sacarles de sus celdas,

los imperiales dos mulas

de negro luto enjaezan.

Juan de Padilla y Juan Bravo

han de cabalgar en ellas.

Los caballeros van dignos,

Bien erguidas las cabezas.

Un pregonero abre paso,

gritando a la concurrencia:

“justicia en nombre del rey

y el consejo de regencia.

Por su traición y su infamia

los caballeros perezcan”.

Juan Bravo no se retiene:

“cumplid pronto la sentencia,

pero llamarnos traidores

nadie puede en esta tierra,

mientes tú, vil pregonero,

y aquel a quien obedezcas”.

Cornejo, el alcalde, acude

y a Juan Bravo le amonesta,

mas Bravo no ha de callarse

mientras que la vida sienta:

“Nuestra culpa fue de ocuparnos

de los pueblos de esta tierra,

que solo van al cadalso

los que en la lucha perdieran”.

“la voluntad no me asiste

para daros mi cabeza,

si os la queréis procurar,

la tomareis por la fuerza,

más degolladme primero

porque la muerte no vea

del más noble caballero

que en toda Castilla queda”.

Ya se vienen a Juan Bravo

ya le arrodillan en tierra,

ya el hacha se ha levantado,

ya le corta la cabeza.

Queda un instante Padilla

Mirándole con fijeza,

Mira luego hacia las nubes

y de hinojos cae por tierra,

su cuello tiende hacia el tajo,

el hacha ya le cercena.

En dos picotas agudas

levantan las dos cabezas,

para servir de escarmiento

han de dejarlas expuestas,

al caer del mismo día,

se le añadirá una tercera.


Mil quinientos veintiuno, y en abril para más señas, en Villalar ajustician quienes justicia pidieran. Malditos sean aquellos que firmaron la sentencia, maldiga el cielo a Cornejo, alcalde de mala ciencia, y a Salmerón, y a García, y al escribano Madera, y la maldición alcance a toda su descendencia, que herederos suyos son los que ajusticiar quisieran, al que lucho por el pueblo y perdió tan justa guerra.


¡Viva Castilla!

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